sábado, 1 de febrero de 2014

ARTE CIENTÍFICO


Nos recordaba hace un par de días el maestro don Xavi Garcia i Mesa que las ruedas de carro habían de ser representadas en nuestra ciencia con seis radios aunque en ocasiones figuraban con ocho debiendo blasonarse la particularidad. Sin duda alguna así habrá de ser.
El boletín oficial de la Junta de Comunidades de Castilla y León presentó al común, recientemente, las armas del municipio de Carrión de los Condes, en la castellanísima provincia palentina.
Hoy, que no tengo fuerzas para otra cosa propongo una distinguida excepción. Una de las representaciones de tales armas que circulan por la red muestra las ruedas de carro del segundo y tercer cuartel sin radios, consiguiendo un verdadero efecto arcaizante.
Recuerdan las ruedas efectivamente medievales que, necesariamente, habrán de ser los motivos en los que deba inspirarse cualquier artista heráldico.
Sin duda esta figura de la rueda sin radios incumple lo preceptuado. Pero logra su objetivo: arcaizar. Nada más, improbable lector.

viernes, 31 de enero de 2014

ARTÍCULO RECIBIDO

Remite un brillante artículo don Pierre de Losada y Martí, relativo a la orden del Puercoespín. Las que siguen son sus palabras:

¡Cominus et Eminus!

La Orden del Puercoespín o del Camail

Por el Heraldo Madrigal



Los príncipes particularmente los de la Casa de Francia, crearon numerosas órdenes caballerescas. Estas instituciones conocieron fortunas diversas porque si algunas todavía existen en nuestros días, otras conocieron en cambio una vida muy corta, como la Orden del Puercoespín o del Camail. Esta hermandad de caballeros que había tenido una existencia muy reducida en el tiempo no dejó sólo mucho pocos documentos a la disposición de los historiadores. Este nombramiento doble, Puercoespín o Camail, traduce el lado efímero y enigmático de los caballeros de esta Orden francés.
Él mismo fue instituido hacia el año 1394, por Luis duque de Orleans (1462-1515), hermano del rey Carlos VI y futuro rey de Francia (1498-1515) bajo el nombre de Luis XII, el que se apodará "el padre del pueblo ".
Los grandes señores feudales tenían entonces la preocupación permanente de fidelizar a su clientela. Los príncipes, en verdaderos monarcas, instituyeron pues las hermandades caballerescas y pretextas a regocijos solemnes, con prestaciones de juramento y obligadas de capítulos regulares que reunían la flor de la caballería de sus estados. La entrega del collar de una Orden era una recompensa suprema que dedicaba la carrera de un vasallo fiel y meritorio. De este modo como veremos la creación del orden del Baño (1399, creado por Henri IV de Inglaterra) y el de la Jarretera (1348 por Edouard III), el Toisón de Oro (1430 por Felipe el Bueno) duques de Borgoña, la Orden de Hermiña (1381 por Juan IV) entre los duques de Bretaña, la Orden del Escudo de Oro y de Nuestra Señora del Cardo (1369 por Luis II) por los duques de Bourbon y en Provenza la Orden del Croissant (en 1448), creada por René, duque de Anjou, duque de Bar y de Lorena, conde de Provenza, rey de Nápoles y de Jerusalén, más conocido bajo el nombre del Buen Rey René.
Sólo los grandes señores tenían el privilegio de ser admitido y los príncipes que concedían el Collar de la orden de que eran Gran Maestre se aseguraban la fidelidad del caballero. Consolidaban así alianzas políticas muy frágiles en el tablero de ajedrez feudal.

La creación de una Orden de caballería era un acto altamente simbólico destinado a afirmar una soberanía. Esto proporcionaba la ocasión de dar fiestas suntuosas donde se reunían los partidarios del príncipe. Éste encontraba allí la ocasión de fijar sus pretensiones, sus ambiciones expansionistas.
Por el rodeo de la simbología de las insignias caballerescas, lo que esto fue con bestiario heráldico o por la intervención de sus divisas, el príncipe expresaba su supremacía soberana y consolidaba sus ambiciones políticas.

En el caso del Puercoespín con su divisa, Luis de Orléans pensaba demostrar a su mortal rival, Juan duque de Borgoña, el espíritu de desquite que le animaba. La divisa " Cominus y Eminus " que significa "De cerca y de Lejos" se remitía a las  espinas de agujas que el animal lanza cuando se siente amenazado y puede proyectar para defenderse. Hecho rey Luis XII, el duque de Orleans suprimirá la Orden del Puercoespín o del Camail pero conservará la simbología muy poderosa del animal, a titulo personal.

De hecho, hay muy pocos documentos en los archivos que relatan del orden del ducado de Orleans. Esta laguna iconográfica y escrita es causada sin duda a la precaridad de vida de la institución que fue suprimida por ése hasta el que lo había creado. Todavía existen numerosos puntos que hay que elucidar para su sujeto. Sabemos que el número de los caballeros fue limitado a veinte y cinco, el duque incluido y que a veces esta Orden también es llamada Orden del Camail (antiguamente Camahieu o Camaïeu).
La fecha de su creación es incierta (1394) y las informaciones que conciernen a la insignia de los caballeros quedan vagos. Ciertos historiadores suponen que el nombre del Camail viene del anillo de oro que fue devuelto a los caballeros de la Orden a causa del camafeo (palabra entonces sinónimo de piedra de ágata) en la cual fue grabado el puercoespín con su divisa. Para otros, este nombramiento vendría de la peregrina corta de la que el borde inferior es recortado en forma de dientes. Ella designa también el mono de malla que protege la cabeza y los hombros. Se trata del elemento de armadura constituido por mallas de acero. Su nombre  « Camail » es una contracción de "Cap de Mailles".

Este término de camafeo o camail podría aplicarse también un collar al cual una grabadura con  el puercoespín era appendido. ¿ Sería pues el anillo o el collar que inspiró el nombre de los caballeros? ¿ Habremos podido designar su hermandad bajo el nombre de Orden del Camail o convenía llamarles los caballeros de la piedra de la Orden del Puercoespín?

Los caballeros se llevaron desde hace mucho tiempo la verdad con ellos sobre este sujeto, que con una "punta" ligera de humor, podría ser cualificado de "espinoso ".
Uno de estos caballeros y no el menor, porque era Chambelán del duque de Orleans y Gobernador de Delfinado del 1403 al 1422, nos dejó, hacia 1408 gracias a sus marcas sigilarias, algunos indicios. Se trata de Guillaume de Laire, señor de Cornillon.

Podemos ver a este gran personaje sobre un sello magnífico, armorial de tipo pedestre.

Es revestido allí de su armadura, su cimera figura en su diestra (a la izquierda) bajo el escudo de armas de su dueño y señor (Delfinado: Cuartelado : a los 1 y 4, de azul, sembrado de flores de lises de oro; a los 2 y 3, de oro, a un delfín de azul, encendido, languado, crestado, barbelado y pasmado del campo).

Tiene este escudo en sus brazos para cederle la plaza de honor porque es la función de gobernador que es valorizada aquí.

Su escudo de armas personal (Laire: De plata, un león de sable; bordura engreslada de gules.) figura mucho más modestamente a su siniestra y un poco más bajo sobre el sello. Marca el rango del propietario que jerárquicamente es inferior en la pirámide feudal con sitio que es reservado para él sobre la composición del sello. 
Guillaume de Laire lleva los atributos de la caballería con la espada por la que es ceñido, la armadura, las espuelas, la presencia de su cimera. Pero si estos elementos refieren su estatuto de guerrero medieval, otro, mucho más discreto, testimonia su pertenencia a una orden militar de caballería. Le adivinamos llevado en el cuello: es el collar, la peregrina famosa del orden del Puercoespín. 
Esta marca sigilaria constituye con algunos otros, uno de los documentos raros que testimonia la antigua orden de caballería de los duques de Orleans.

jueves, 30 de enero de 2014

LA BANDERA DE LOS REINOS DE LA BRETAÑA INSULAR

Remite recado el barón de Sórvigo. Propone un enlace.
Aborda cómo se resolvería la vexilología nacional ante el abandono de Escocia de la unión de los reinos de aquellas brumosas tierras.
Acceda a la lectura del artículo, improbable lector, pulsando sobre la palabra siguiente: vínculo.

miércoles, 29 de enero de 2014

OFICIALES DE ARMAS

 
Remite dos mensajes don Pierre de Losada y Martí, vizconde del Cabo de Gata, en el reino del Maestrazgo, viejo conocido de estos lares virtuales. Sus recados me han resultado muy interesantes. De verdad. Ahondan en un asunto al que siempre he atendido con especial agrado: la existencia actual de oficiales de armas en estos reinos que hoy forman España.
Las que siguen son sus palabras, expuestas en dos mensajes consecutivos:
Don José Juan:

En primer lugar quiero expresarle el placer de encontrar que de nuevo escribe, ahora en sus crónicas.

Me permito aportar algunas precisiones útiles, personales, a su crónica del 15 de enero pasado y que descubro hoy: en primer lugar formularle que poseo ambas nacionalidades española y francesa, aunque este caso no tiene que ver nada con la noción jurídica sobre nacionalidad doble (ejemplo franco-portugués) caso donde los países firmaron un convenio mutuo. Tan sólo pues en España soy sujeto español y en Francia ciudadano francés. En consecuencia, en  un blog español preferiría ser citado como español que vive en Francia (plus pour très longtemps en fait...).
Respecto a la corona de heraldo de armas y de los bastones que lo acompañan, que expuso en su crónica del 15 de enero: Sueño desde hace años, junto con el Cronista de Armas de Castilla y León en constituir un Cuerpo de oficiales de armas moderno y dinámico que daría a España el prestigio que otros países envidian y se atreven a discutirle hoy a causa de nuestras disputas internas.

Llevo, en fin, estos atributos heráldicos precitados como heraldo honorario de armas con nombre y título de Madrigal heraldo de armas honorario de Castilla y León. Este título es perfectamente legal y oficial. Emanando de la Junta de Castilla-León y a demanda expresa de la región francesa de Oeste-Provenza que quiso hacerlo así, por medio de una petición oficial. Resulta de eso que este título es válido tanto en Francia como en España. Lo que, como usted observará, concuerda con mis nacionalidades

Estas precisiones me parecen necesarias y útiles. Aunque lo poseo desde hace algunos años, jamás hice publicidad de este nombramiento.

Mi deseo es que muchos otros oficiales de armas, heraldos o persevantes puedan nombrarse como yo, y de esa forma testimoniar la vitalidad de los escudos de armas españoles. El futuro y la razón de los protagonistas del pequeño mundo de la heráldica dirán si este sueño era justificado.
En cualquier caso, le trasmito que tengo toda la documentación oficial a su disposición si es preciso.

Precisamente hace ya algunos días he sido atacado, bastante violentamente debo decir, en Facebook, y sin motivo justificado, por un heraldista francés que me criticaba este título de heraldo y sobre todo mi amistad con el Cronista de Armas de Castilla y León.
Todo esto, don José Juan, para explicarle que la vía que escogimos es con frecuencia rellenada de trampas y de decepciones. Preciso para quienes lo ignoren que no tengo ningún comercio de blasones. Mi actividad se limita a publicar libros (tengo prevista una historia de los heraldos de armas españoles) y redactar artículos de investigación.

Crea en la expresión de mi amistad perfecta y sincera y en toda mi admiración a sus trabajos.

Pierre Daniel de Losada y Martí,
Madrigal Heraldo de Armas Honorario de Castilla y León.

Don José Juan:

Los ataques verbales muy virulentos que recibí surgieron al dar preferencia a artistas españoles, lo que en un triste período de crisis económica me parece lógicamente una forma de servir a mis compatriotas de sangre y por lo mismo la Corona.
Usted me propone hacer público mi nombramiento y no veo allí ningún inconveniente en la medida en que esto no perjudicará a la persona del marqués de La Floresta de cuya amistad me honro.
Este nombramiento testimonia la resonancia internacional de la función de Cronista de Armas de Castilla y León aún en las instancias extranjeras. Hablo de función y no de personalidad que debe quedarse en el dominio de lo privado porque las certificaciones de un escudo de armas españolas gozan desde hace tiempo de un prestigio y de una popularidad no desmentidos, similares a los «Grants of Arms» anglosajones.

Es bajo la bandera histórica de Castilla y León que los heraldistas españoles deberían concentrar su energía común para una mejor imagen de nuestro reino.
Pienso que no hay bastantes oficiales de armas en España y que son numerosos los que todos deberían ser investidos de esta responsabilidad, para depender bajo la autoridad federada del más ilustre, legítimo y meritorio: el Sr Vizconde de Ayala y Marqués de La Floresta, Don Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, Cronista de Armas de Castilla y León.
Aunque desagrade en España a los detractores la función, esta existe. Los hombres pasan, pero las certificaciones de armas continuarán acreditando la existencia de la función. 


La heráldica y sus prácticas son idóneas para nuestra sociedad, ahora que los valores occidentales son puestos en tela de juicio. Los emblemas son llamados a desempeñar un papel preponderante. 

Adjunto a la presente otros ficheros de dibujos, entre los de que uno de ellos es una composición de don Ignacio Koblischek y otras de mi otro buen amigo el Maestro Don Carlos Navarro Gazapo.
La simbología de la divisa de Madrigal heraldo de armas honorario de Castilla y León consiste a una figuración de las numerosas torres de recinto de la ciudad que vió nacer a la reina Isabel la Católica. La estrella mudéjar en el interior lo confirma y los brazos armados que sustentan un escudo virgen están tomados de mi cimera, directamente vinculada a la función de heraldo. Por fin, el lagarto es un préstamo del animal tótem de mi escudo de armas familiar.

Quedo honrado de su amistad y cuente con ella de su amigo:

Pierre de Losada y Martí.
Madrigal H.

martes, 28 de enero de 2014

BANDA

Como todos los blogs hermanos de quienes tanto aprendo se hacen eco de la noticia me animo a exponerlo también, aunque ahondando en lo superfluo, claro, lo mío es más el chascarrillo fácil y la frívola anécdota.
El extinto reino de las Dos Sicilias, de gran tradición católica, es conocido internacionalmente por ser el lugar donde se originó y desde el que se exportó al mundo lo que los nativos del lugar llaman la cosa nostra y el resto de la humanidad la mafia.
Reino cuya titularidad en el exilio es demandada por dos príncipes: el español duque de Calabria
y el italiano duque de Castro.
El pretendiente español, el infante don Carlos de Borbón-Dos Sicilias, basa su reclamación dinástica en la supuesta invalidez del documento que firmó su abuelo, ya desposeído de su reino, para casar con la entonces princesa de Asturias. El documento se llamó acta de Cannes. En él renunció para sí y sus sucesores a la titularidad de la dinastía. Acta de renuncia que fue desobedecida por los descendientes del firmante.

Para intentar vestir de legalidad esta pretensión se llegó a solicitar informe al Consejo de Estado de España, que sentenció que el acta de Cannes carecía de validez jurídica, estimando que debía ser considerado el infante español el pretendiente de mejor derecho al extinguido trono de Dos Sicilias.
La validez de la opinión del Consejo de Estado de España dictaminando sobre un desaparecido reino extranjero hoy integrado en Italia, es idéntica a la que pudiera emitir un tribunal italiano que sentenciara quién posee en la actualidad el mejor derecho a la corona de Navarra.
En cualquier caso, los demandantes del trono de Dos Sicilias han firmado un pacto.
Esta alianza se hubiera materializado, de haber sucedido hace escasos siglos, con el arreglo matrimonial del nieto del duque de Calabria con la hija de más edad del duque de Castro.
En fin, desconozco por completo los detalles pero imagino que algo bueno aflorará del asunto. A poco que se reflexione se puede concluir con una generalización: cualquier forma de acuerdo es siempre un paso adelante en la convivencia. Pero no es este el asunto al que hoy quería dedicar el texto. Prefiero lo superfluo:
De la recién estrenada alianza familiar entre los Borbones-Dos Sicilias, que en nada afecta a estos reinos que hoy se llaman España (salvo que al crearse un oligopolio el acceso a la orden constantiniana subirá de precio) me quedo con las magníficas composiciones heráldicas que han servido para ilustrar las entradas que analizaban la cuestión en las páginas de los compañeros heraldistas redactores.

La primera de ellas procede de las acuarelas que con tanta habilidad esgrime el maestro don Marco Foppoli:
Presenta la venera de la orden constantiniana sobre el campo de plata de la enseña del reino, acolando las armas dinásticas que, estampadas sobre tela, expresaron la bandera de las Dos Sicilias.
La segunda producción heráldica viene de la docta mano del maestro don Carlos Navarro. La presentación es inversa. Dispone las armas dinásticas en primer lugar y en un campo del azur que distingue el hábito de la orden, la venera constantiniana.
Las dos extraordinarias imágenes coinciden en acolar las armas del rey en el exilio, las armas dinásticas, con aquellas de la orden más señalada del reino, queriendo de alguna forma ubicar a igual altura ambos blasones.
Esta estructura heráldica no es nueva. En el reino de Castilla se vivió durante décadas una manifestación similar.
Como recordará, improbable lector, en el entorno de los siglos XIV y XV, la etapa de más virulencia social de nuestra ciencia, los reyes castellanos comenzaron a distinguir las armas que habían recibido de sus antepasados, el célebre cuartelado, considerándolas propias del reino, 
de aquellas otras, de nueva creación, que representaran verdaderamente al rey: la orden de la banda.
Se trata de un caso análogo al que ocurrió en la corona de Aragón escasas décadas después. En esos Estados, se prefirió dotar no al rey, sino al reino de unas nuevas armerías. Al efecto se creó el conocido escudo de la cruz de Arista para significar el territorio,
manteniendo las armas recibidas por herencia dinástica, los palos, como propias de la persona del monarca. 
Ambos casos son, efectivamente, afines a los reflejados en las obras heráldicas expuestas.
Para finalizar esta especialmente tediosa entrada, me permito recordar a su numen, al hilo de lo expuesto más arriba, cuáles fueron los esmaltes primitivos de la orden de la banda castellana.
A buen seguro ha contemplado en más de una ocasión, improbable lector, en alguna de sus visitas a los monumentos que aún atesoran estos reinos, el escudo de la orden presentando un campo de gules cargado de la banda esmaltada de oro.
Pero no, originalmente la orden trajo por divisa una banda negra dispuesta sobre las vestiduras. Vestiduras invariablemente blancas dado que entonces, y hasta el reinado de los reyes católicos, el color blanco significó luto. (La imagen que sigue ha sido ejecutada por don Alfonso Cánovas)
Efectivamente, improbable lector, de ahí la profusión de armerías de muy antiguas y linajudas familias castellanas, como los Zúñiga o los Carvajal, que presentan aún en la actualidad la banda negra sobre campo de plata.