lunes, 13 de octubre de 2014

EVOLUCIÓN HERÁLDICA

El contenido daría para varias entradas, pero lo redactaré crípticamente atendiendo al consejo de mi docto amigo el Comandante Farmacéutico don Pedro Álvarez Herranz, conde de Bernardos en el reino del Maestrazgo, que me explicaba que debo extenderme en la redacción el equivalente a una píldora antibiótica. Si el asunto despierta su interés intelectual sabrá usted mismo, improbable lector, consultar las fuentes.
Este tedioso blog se redacta desde la parte de la superficie emergida que abarca el conjunto de reinos que se llaman España (en el extranjero sobre todo) y aquí, según me explicaba mi docto amigo y compañero de armas don Francisco Javier García Sanmartín, conde de la Real Erudición en el reino del Maestrazgo, se denominan "este país" o "Estado español". Las cincuenta provincias en las que se divide administrativamente fueron definidas por un natural de Motril, en el reino de Granada, que atendía por el nombre de Javier de Burgos, en 1833.
Al establecerse la fragmentación territorial provincial, la Iglesia se comprometió a adaptar en la medida de lo posible sus diócesis a dicha segmentación (tanto en extensión, como en capitalidad). Pero celosa siempre de sus derechos, y existiendo prácticamente el doble de diócesis, la prometida agrupación administrativa eclesial nunca se llevó a efecto.
Es costumbre anglosajona partir las armas diocesanas con las propias escogidas por los ordinarios. En estos lares nuestros no. No obstante determinados prelados, queriendo manifestar verdadero afán de labor, de lucha por la diócesis encomendada, añaden a sus armas algún símbolo diocesano en forma de empresa, de señal,  de mueble heráldico que les vincule con la porción del rebaño que se les ha encomendado.
Un buen ejemplo de esta sana praxis lo conforma el arzobispo don Carlos Osoro. Las armas que escogió al ser ordenado obispo para gobernar la sede de Orense fueron cabrio de oro cargado con tres roeles de sinople con la parte alta de azur y la baja de plata. Jefe cosido de gules, con barca de oro con mástil en forma de anagrama de Cristo de oro. A sus armas añadió estrella de azur en punta para significar la diócesis de Orense. 
Ascendido al empleo eclesiástico de arzobispo, con sede en Oviedo, monseñor Osoro trasladó la estrella al jefe añadiendo en punta, manifestando sabiduría heráldica evidente,  la cruz de la victoria asturiana.
Por fin, al ser trasladado a la sede archiepiscopal del reino de Valencia, y no queriendo renunciar a los muebles que habían definido sus armas durante sus anteriores destinos, trasplantó al jefe la cruz de la victoria reservando la punta para el santo cáliz valenciano.
Ya concluyo las breves líneas de hoy. El arzobispo Osoro ha sido destinado hace escasas fechas a Madrid, sede archiepiscopal de la que aún no ha tomado posesión. ¿Cuál será el mueble que establezca ahora en punta para significar su nueva archidiócesis?