viernes, 29 de agosto de 2014

LA CORONA REAL

Tenía ayer mismo el honor de aburrirle, improbable lector, exponiendo algunos aspectos sobre las armas que ha tomado para sí mismo nuestro nuevo rey don Felipe. Pero nada expliqué sobre la corona real que las timbra.
La corona real, como sin duda conoce, no es un elemento cierto, no se trata de un objeto palpable. Es únicamente una entelequia que, a fuer de ser repetida hasta la saciedad en todos los documentos públicos que se timbran con las armas del reino ha llegado a tomar la consideración ante el común de un objeto tangible.
Pero no, la corona real de España no existe más allá de su representación pictórica.
Sí, efectivamente, todos observamos que durante la ceremonia de entronización, en un estrado dispuesto en la presidencia, apoyada sobre un cojín, asomaba una corona.
Pero esa corona no es la real de España. Se trata de un objeto artístico que ordenó elaborar el rey don Carlos III. 
Al parecer su función original era la de servir de timbre, de mero adorno sobre los catafalcos reales.
Además, su desmedido tamaño no puede sino llamar al ridículo en caso de pretender ceñirla sobre la cabeza.
En cualquier caso, para regocijo de todos los heraldistas de bien, esa corona se adorna con motivos heráldicos que representan a algunos de los reinos que conforman, o fueron parte, de España.
Pero no, ese objeto que se dispuso en la presidencia de las cortes no es la corona que timbra el escudo de España y tampoco la que ostentan las recién estrenadas armas reales.
La corona que timbra el nuevo escudo del rey don Felipe parece, es opinión personal, que es modificación (a través del añadido de dos diademas) de la que diseñara, para el entonces príncipe de Asturias, don Carlos Navarro Gazapo. Y el efecto no ha sido del todo grato a los sentidos. No.
Realmente, y ya concluyo, se debería haber adoptado la corona que timbra el escudo del reino entero. Corona definida en su momento en el propio boletín del Estado con estas palabras:
Al timbre, corona real, cerrada, que es un círculo de oro, engastado de piedras preciosas, compuesto de ocho florones de hojas de acanto, visibles cinco, interpoladas de perlas y de cuyas hojas salen sendas diademas sumadas de perlas, que convergen en un mundo de azur o azul, con el semimeridiano y el ecuador de oro, sumado de cruz de oro. La corona, forrada de gules o rojo.

Sí, improbable lector, estoy de acuerdo con usted. Es verdad que la heráldica es arte. Por su propia naturaleza representativa es arte. Pero no parece del todo correcto que el timbre de las armas del rey se aleje tanto del establecido de forma oficial por el propioEstado en 1981.