miércoles, 5 de marzo de 2014

DUDA

Ayer, y los días anteriores, me permití corregir. Seguro que sin mucho acierto. Hoy no, hoy pretendo únicamente provocar duda.
Nuestra ciencia mantiene aún el luto provocado por la reciente pérdida, el pasado septiembre, de uno de nuestros grandes. Un verdadero Gran Heraldista. Me refiero al VIII conde de Casa Dávalos, don Martín de Riquer y Morera. Grande de España desde 2005 por mano de nuestro actual monarca.
Participó en la contienda civil en el bando ganador encuadrado como oficial del tercio carlista Montserrat.
Catedrático universitario, autor de muy extensa obra literaria, académico de la lengua desde 1965, centró parte de sus esfuerzos intelectuales en materia heráldica.
Una de sus obras, Heráldica castellana en tiempos de los reyes católicos, de 1986, expone el asunto al que hoy quiero atraer su atención. En el propio prólogo del libro expone la carencia que para el estudio de la heráldica de aquel tiempo supone el recurso únicamente a una parte muy determinada de las fuentes: las obras de don Garci Alonso de Torres y las de Steve Tamborino.
Añade además en el propio prólogo, que ilustrará diferentes aspectos que vaya tratando a lo largo del texto con los dibujos que Tamborino realizó en los dos armoriales por los que hoy es conocido entre nosotros, los aficionados a esta ciencia.
Steve Tamborino, seguro que ya lo conoce pero añado un par de líneas sobre el personaje, nació en Francia en el entorno del año 1445, aunque de padres catalanes. Su verdadero nombre fue Steve Steve. No, no es errata. Efectivamente su nombre de pila era Steve, Esteban en castellano, y su apellido idéntico.
Habiendo participado en varias batallas contra Francia, como súbdito del rey de Aragón don Juan II, 
tomó el apellido Tamborino, tamborilero en castellano, toda vez que esa fue su función en el ejército real.
Su producción heráldica, que abarca dos armoriales, se ilustra con la pericia de un artista desconocido, gran conocedor de nuestra ciencia. Tamborino desarrolló la producción de estos libros cuando frisaba la nada despreciable edad, especialmente para aquella época, de setenta años.
Hoy me centraré en un aspecto muy concreto, supongo que basado en un dibujo que ordenó realizar Tamborino y que el maestro Riquer utilizó como ilustración de su obra sobre heráldica castellana, sembrando una duda.
Al tratar el conde de Casa Dávalos las particiones denominadas franco cuartel y cantón de honor, expone efectivamente su situación más o menos coincidente, en proporción menor, con el primero de los fraccionamientos de un escudo cuartelado. Significando que se trata habitualmente del espacio reservado a un aumento de honor otorgado por monarca.
Pero la ilustración exhibe un diseño que no es el cuadrangular habitual. No. Por el contrario toma la forma de la propia boca del escudo. Se trata de la imagen que sigue:
Si, como se exponía ayer mismo, se debe recurrir en nuestra ciencia, (como en todo realmente) a la sabiduría de los clásicos, ¿debemos considerar más correcta la representación expuesta del franco cuartel que la habitual?
Dejo sembrada la duda.