Juzgar es arriesgado: mediados del siglo XV, un hombre de alta cuna decide orientar su vida hacia el sacerdocio a los cuarenta y cinco años. Sus
antecedentes: había regentado una casa de mala nota, participado en una conjura
para acabar con la vida del emperador del Sacro Imperio por la que fue encarcelado, escrito novelas indecorosas, contaba con dos hijos ilegítimos.
Pues llegó a ser Papa. Un buen Papa. Se llamó mientras
transitó por este mundo Eneas Silvio Piccolomini. Su nombre como pontífice: Pío
II. Sus distinguidas armas dan fin a esta entrada: