lunes, 6 de enero de 2014

ORDEN DE LOS SERAFINES DE SUECIA

Al hilo de la entrada de ayer mismo, hoy se propone una breve reseña relativa a la orden de los serafines del reino sueco.  
A pesar de su antigüedad como orden de caballería, la orden se creó en 1748, hoy sirve únicamente como regalo distinguido a los jefes de Estado extranjeros que visitan aquellos fríos lares, aunque los miembros de la real familia también la ostentan consiguiendo que sea conocida y apreciada en el propio país.
Consta de una sola categoría de caballeros y damas y se ostenta en forma de collar 
o de banda con gran cruz. 
Banda similar en su color a aquella que significa la posesión del collar de la estatal española de Carlos III.
Muestra en su centro, aparte las tres coronas que significan al reino, el anagrama de las palabras Iesus Hominis Salvator, 
coincidente con las armas del actual pontífice máximo.
Pero al lugar al que quería hoy atraer su intelecto, improbable lector, es a la elegante tradición que mantiene aquel reino de disponer las armas de los caballeros y damas vivos de la orden en una cámara del palacio real de Estocolmo, según se aprecia en un extremo de la instantánea que sigue.
Tradición que establece que al fallecer un miembro de la orden, las armas que identificaron a su poseedor abandonen su ubicación en la estancia del palacio real para ser escoltadas hasta la iglesia de los franciscanos, el actual mausoleo real. 
Tan distinguida ceremonia posteriormente se complementa celebrando el oficio funeral con las armas del finado presentes en lugar destacado. 
Armas que pasarán, ya añadida la fecha del deceso, y como conclusión de tan elegante costumbre
a ocupar su lugar en una de las naves de aquel espacio religioso.