sábado, 28 de diciembre de 2013

EQUÍVOCO PRETENDIDO

No soy jurista, pero sé que existe una ley que impide vestir tres prendas militares (si no se es militar, claro). Se trata de una ley que quiere impedir la existencia de grupos paramilitares. 
La asociación denominada reales tercios ¿no incumple esa ley? En la imagen que sigue aparece un individuo que parece un General del Ejército de Tierra, pero que no lo es.
Porta el uniforme de etiqueta, porta condecoraciones o distintivos o lo que quiera que sean y hasta fajín rojo de general. Pero no es otra cosa que un miembro de esa asociación denominada reales tercios. Parece lo que no es.

En las fotos que siguen se advierte de nuevo la farsa. Personas que se pueden confundir perfectamente con militares españoles vestidos de etiqueta. Pero que no lo son.
Para justificarse supongo que explicarán que existen diferencias entre ambos uniformes. Seguro que sí. Pero lo que no es de recibo es que pretendan dar lugar a la confusión. 
Y siguiendo con la idea, la instantánea que sigue muestra a un verdadero militar, un general de brigada, a quien acompaña el marqués consorte de Almazán, que ostenta la jefatura de los lazaristas, quien también se uniforma. De san Lázaro, supongo. 
 Y que también dispone sus divisas en la bocamanga. 

¿Por qué ese afán de unos y otros de dar lugar al equívoco? Quizá frustración ante lo que de verdad se es; quizá frivolidad; quizá falta de respeto hacia los militares; o quizá todo lo anterior.

viernes, 27 de diciembre de 2013

MENSAJE Y CUESTIÓN

Remite unas líneas un amigo, don Jesús María Méndez Garnica, marqués de Pomar, en el reino del Maestrazgo, cuyas armas, recién otorgadas por el consejo de regencia del reino, son las que siguen:
Comprobará, improbable lector, que resulta del todo interesante su recado. Da un repaso al gallinero heráldico, propone la existencia de armas únicamente por concesión y añade una nueva cuestión relativa a la identificación de unos antiguos blasones. Las que siguen son sus doctas palabras:

Amigo Jose Juan:
Mis mejores deseos para estas Navidades y un prospero (¿es pedir demasiado?) año nuevo.

Y aprovechando la ocasión:

Sigo comprobando de vez en cuando su Blog de Heráldica fósil; dicho sin malicia, es así como yo llamo a los blogs que han sido abandonados. Y es claro que lo abandonado no es el blog. sino sus lectores, y los que de buena fe acudíamos a abrevar en él nos sentimos algo huérfanos. Visto ahora, desde una óptica de paleontólogo, me doy cuenta de que lo que tenía su blog era frescura, personalidad, honradez y vida. . . . ahí es nada!.

Comparto con Usted la sensación de "feria de las vanidades" que da el mundo de la heráldica. Conozco de primera mano algunos ejemplares deprimentes. Y la entiendo muy bien pues yo tuve una experiencia similar en el mundo de la Entomología, en el que habiendo llegado, tras 20 años de dedicación, a mi nivel de incompetencia, y observado y valorado el mundillo que me rodeaba decidí hacer mutis por el foro. Pero conservo los contactos y a veces hace ilusión que a uno le consulten viejos conocidos que le recuerden los viejos tiempos. Y todo ello ayuda a que lo vivido sea interpretado como una experiencia en la que nos hemos crecido.

Yo llegué a interesarme por la Heráldica no "per se", sino como un valioso auxiliar del arte y la historia. El diseño de los escudos de piedra que ostentan nuestras casonas es como un libro de modas, que no hay más que ojear para saber en qué año o periodo estamos.

Disiento radicalmente de Usted en su posición liberal (perdón, no me gusta la palabra, pero no encuentro otra) en la toma de heráldica personal. Pienso que el espíritu de la heráldica está en la "concesión", "otorgamiento", o, como mínimo "reconocimiento por autoridad relevante" de las armas. Es lo que podría llamar "sentido histórico de la heráldica" o·"la heráldica como reconocimiento". Quién la concede y porqué es un aspecto importante en la historia de unas armas. Claro que así no es posible la generalización de la heráldica, pero ese es su valor. Yo no podré tener nunca unas armas, y lo acepto. Aquello que todos podemos conseguir sin esfuerzo no tiene valor social ni conlleva mérito o prestigio alguno. Es como comprar ropa de moda. Pero esta mi opinión no es un dogma y por tanto es un tema abierto a discusión.

Por otro lado ¿tiene sentido hoy en día la Heráldica, salvo como materia histórica?. El mundo ha cambiado, y la tendencia es igualar por lo bajo. ¿Qué respeto puedo tener por un título nobiliario otorgado a un entrenador de fútbol por decisión de un gobierno socialista? ¿o al portador de unas rimbombantes armas heredadas cuyo comportamiento las degrada?. Son tiempos nuevos, y lo perdido, perdido está: ¡al museo y al estudio!.

Otro aspecto nada baladí es el confusionismo que se crea cuando se comienzan a entremezclar en las fachadas de nuestros pueblos escudos de nuevo cuño, elegidos, con los antiguos blasones. Transcurrido un pequeño periodo de tiempo la piedra, que piedra es, toma su patina, y conduce a caminos sin salida o al despiste total. No hay modo de distinguir un escudo histórico de otro que no lo es. Todos iguales, pero por lo bajo.

No me extiendo mas, es que no me he podido resistir, perdón por el latazo.

Eso sí, como curiosidad, le envío un par de fotos de los escudos que ostenta mi casona en el norte. Nunca he conseguido saber a quién pertenecieron.

La casa pertenecía a la familia de mi esposa desde hace 150 años. 
Como puede ver el escudo esquinero es de hacia 1680, y el frontal de hacia 1650. Hay también símbolos eclesiásticos en la clave del portón.

jueves, 26 de diciembre de 2013

SU INMINENCIA


Si no es usted, improbable lector, habitual del avispero heráldico no entenderá esta estúpida entrada, ni falta que le hace: vivirá más feliz. 

Primero le apodaron el innombrable. Ahora le llaman su inminencia. No me parece bien lo que se hace con él. Tengo el honor de conocerlo de un par de ocasiones en las que hemos coincidido y es hombre culto, de modales distinguidos y desde luego divertido. 
Y no considero correcto lo que se hace con él porque todos tenemos nuestras carencias. En este ruedo heráldico el que esté libre de pecados de ambiciones, de fatuidades, o de ansias de figurar y aparentar, aún lo que no se es, que tire la primera piedra. 

Parece existir una cierta campaña organizada, un aparente complot. En Barcelona se desmontó la rehabilitación de un barón con pruebas irrefutables y en Barcelona me contaron entre copa y copa los Xavis, que se completó un estudio para demostrar la falsedad del suyo. No se ha publicado. Pero ahí está, existir existe. 
Le quitaron medallas y al poco le otorgaron otra de más valor. La anulación de las primeras aireada a los cuatro vientos, la concesión de la segunda casi inadvertida en el entorno heráldico. 

Lo de su inminencia tiene su indudable ingenio, pero si el ingenio se destina a hacer el mal no es ingenio sino perversidad. El extraño nombre resultó proceder del fallecido y tedioso blog de heráldica. Parece que se aireó, por parte de un amigo suyo, que la ejecución de un auto judicial sobre grandezas era inminente. Inminente. Y de ahí el nuevo apodo: su inminencia
Insisto en lo evidente: si nos dedicamos a airear los trapos sucios de unos y otros no atenderemos a lo que de verdad importa: el estudio sobre heráldica.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD

Feliz Navidad, improbable lector.

martes, 24 de diciembre de 2013

FELIZ NOCHEBUENA

Improbable lector: Feliz nochebuena.

lunes, 23 de diciembre de 2013

SEÑALES HERÁLDICAS

Hoy propongo a su numen, improbable lector, un par de magníficas ejecuciones heráldicas cuya autoría me resulta desconocida.
La primera de ellas representa a la Corte Federal de Justicia de Canadá: 
Lo primero que llama la atención son los soportes. Animales fabulosos con cabeza de ciervo y cuerpo de animal marino, de pez.
Figuras quiméricas que a buen seguro habrá descrito el conde los Viñedos de Zenda en el reino del Maestrazgo, el maestro don Jose María de Montells y Galán, que redactó el Diccionario heráldico de figuras quiméricas.
La composición heráldica se timbra con corona que añade a su aro de metal lises de la casa de Francia y hojas de arce que simbolizan a aquella nación. La ejecución del diseño es pulcra y distinguida. Una obra maestra. 
La segunda, cuyo autor supongo idéntico a la anterior, permanece archivada en mi ordenador con un nombre propio, Lea Paton, a quien supongo distinguida dama habida cuenta su acertado diseño heráldico.
Especialmente significativa me parece la cimera: una estantería de libros que presenta un candelabro con lucerna prendida. No es nada despreciable la permanente actualización de nuestra ciencia que se pone gratamente de manifiesto en el segundo lema que exhibe tan brillante ejecución artística: una cadena numérica de ceros y unos. Nada más.