viernes, 13 de diciembre de 2013

MUEBLES TRADICIONALES

La prueba más evidente de que la heráldica nació como señal que identificara a la persona recurriendo a elementos reales es que aún, en los más distinguidos y tradicionales (perdón por la redundancia) ambientes, se mantiene el uso de los que hoy consideramos muebles heráldicos arcaicos. 
Me decía mi compañero de promoción y amigo don Daniel Marín Mohino, conde de la Torre Vieja en el Reino del Maestrazgo, que no me explico con mucha claridad, lo sé. Lo que quiero decir es que los elementos que consideramos hoy propios de la heráldica, arcaicos, antiguos, en el momento en el que se inició su representación sobre escudos, eran utensilios verdaderamente cotidianos. 
Y añado mi apreciación personal: únicamente en los ámbitos sociales más distinguidos aún se siguen utilizando cotidianamente esos mismos instrumentos. 
Así, la corona que hoy se dispone timbrando las señales heráldicas fue en su momento verdadero tocado.
Y únicamente en las monarquías más tradicionales permanece en uso. 
Al igual que la tiara pontificia, que hasta el reinado del papa Pablo VI perduraba vigente en su utilización.
El mismo argumento es válido para el yelmo de guerra, que significaba verdadera protección al acudir a la batalla. 
O la espada, tan habitual en armerías de la cristiandad entera, era entonces verdadera y cotidiana arma de guerra. 
Y concluyo con el mueble al que deseaba referirme al iniciar esta exposición: el báculo con velo que significa a un abad mitrado. 
Como efectivamente recuerda el libro sobre eclesiástica de nuestro santo patrón, el arzobispo Bruno Heim, los abades mitrados de monasterios deben acolar a sus señales heráldicas un báculo que, para ser distinguido de aquel que designa a un prelado ordinario, debe añadir a su astil un velo de plata. 
Y, como no podía ser de otra forma en un monasterio, que es necesariamente lugar que mantiene vigente la tradición, en la foto que concluye esta tediosa entrada se aprecia con nitidez el uso del velo engarzado al báculo significando al abad mitrado que lo porta.